
Si escuchaba buena música al pasar por un bar, simplemente me paraba en seco y daba la vuelta para entrar. Justo en la puerta, quieta volvía a sacudir la melena negra, brillante y ondulada y hasta al pianista se le escapaban las notas de sus dedos para mirarme. Una leve sonrisa, casi imperceptible y buscaba el mejor sitio en la barra. “bourbon” algo hacía que me sirvieran de inmediato. De ahí al sexo frugal, rápido y sin más era sólo unas palabras y algunas miradas.
Hoy no necesito tanto. Después de 12 años las cosas son más fáciles. Quizás la madurez, o la experiencia, o el gesto que se me impregnó en los rasgos del rostro hacen que mirar sea encender un letrero de neón, que dice “fóllame”, sólo por esta noche, aunque te encadenes a mí, una sóla vez.
Y caen, caen como moscas en la miel sin remisión y sin remordimientos, con placer y con deseo, a pecho descubierto y a pleno fuego. Luego sólo hago una muesca más y el recuerdo. Son como fotos en un album. Siempre aprendo algo. El final es inalcanzable.
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