miércoles, 25 de noviembre de 2009

Una mujer bajo la lluvia

Antes necesitaba más que ahora, necesitaba una gabardina negra, un collar de perlas de dos vueltas, unos zapatos altísimos y unas medias de esas que llegan hasta la mitad del muslo con una costura atrás. Salir a caminar por las calles húmedas aún por la lluvia de la tarde haciendo volar la melena entre farol y farol. Sin bolso, sin ropa interior....sin ropa exterior. Eso sí unas gotas de perfume Air de Loewe, para dejar un buen rastro. En los bolsillos de la gabardina algún que otro preservativo. Algunas cosas aún antes me asustaban.

Si escuchaba buena música al pasar por un bar, simplemente me paraba en seco y daba la vuelta para entrar. Justo en la puerta, quieta volvía a sacudir la melena negra, brillante y ondulada y hasta al pianista se le escapaban las notas de sus dedos para mirarme. Una leve sonrisa, casi imperceptible y buscaba el mejor sitio en la barra. “bourbon” algo hacía que me sirvieran de inmediato. De ahí al sexo frugal, rápido y sin más era sólo unas palabras y algunas miradas.

Hoy no necesito tanto. Después de 12 años las cosas son más fáciles. Quizás la madurez, o la experiencia, o el gesto que se me impregnó en los rasgos del rostro hacen que mirar sea encender un letrero de neón, que dice “fóllame”, sólo por esta noche, aunque te encadenes a mí, una sóla vez.
Y caen, caen como moscas en la miel sin remisión y sin remordimientos, con placer y con deseo, a pecho descubierto y a pleno fuego. Luego sólo hago una muesca más y el recuerdo. Son como fotos en un album. Siempre aprendo algo. El final es inalcanzable.




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