miércoles, 8 de junio de 2011

Un pirata en mi armario




Después del libro llegaron las páginas abiertas. Muy abiertas como las piernas de una mujer deseosa de la incandescencia. ¿Ves?. ¿Ves su sexo rojo y húmedo como una amapola al amanecer, lleno del rocío de la madrugada?.

Un hombre cualquiera elige cualquier mujer para sus deseos. Una mujer “suele” elegir sus deseos sin embargo, cuando elige lo hace por alguna razón en especial, y esa razón suele ser lo que llamamos morbo.

El morbo es ese instinto, casi animal, que nos hace desear algo “malsano”. Pero me vas a permitir decirte que algo malsano no es el sexo, algo malsano no es la atracción, algo malsano no es el deseo.

Un día revisaba mi buzón de entrada de correo en una de las tantas páginas en las que había colgado fotos mías en actitudes digamos que “provocadoras” y recibí un mensaje de alguien que deseaba Follar-me. En su mensaje decía algo así como que daría lo que fuera por tenerme. Era un hombre amante de la libertad que no tenía, amante de la seguridad en uno mismo que no podía disfrutar, y amante de las mujeres con el suficientemente libre instinto sexual que las permitiera follar y follar hasta reventarse así mismas y a sus queridos compañeros de cama. Esas mujeres que follan por amor al arte, por amor a la compasión y por amor al divino sexo por el sexo.

Vino a casa, trajo un par de botellas de whisky y charlamos, reímos, nos contamos, y cuando mi pareja fue al baño, se produjo “su” milagro; le pregunté ¿qué? y el me respondió con otra pregunta (¿vamos?). Fuimos.

Nos apartamos al sofá y desabroché su cinturón, el desarropó mis hombros de todo abrigo; acaricié su polla con esmero y él me recompensó con su dureza; besé su glande con ternura y él alzó su rostro al cielo; acaricié su vientre con la punta de mis dedos, le temblaba el semblante, yo sonreía, el gozaba del primer tacto, y del segundo, infinitos. Sucedieron las caricias, las miradas, sucedieron los besos, los deseos y esa extraña forma que tienen los amantes de mirarse, como midiendo, como atravesando las distancias y ver hasta donde llegas, o llegan.

¿Y a dónde van a llegar? al cielo más profundo, al ansia divina del placer más envidiado, al fastuoso momento introductivo, a la penetración, al bombeo constante y ansioso, a los suspiros, a la sangre apelotonada en cada uno de sus sexos, al rozamiento, al rodamiento, a las humedades no permitidas por sociedades con pecho apretado de paloma, a lo que de rojo tiene la pasión no contenida. A follar, coger, copular, yacer, cubrir, fornicar con afán; mete-saca interminable; nudo en la garganta, falta de respiración, hormigueo en la planta de los pies y falta total y absoluta de cansancio nutrida por completo del instinto primordial, el más animal: follar, follar, follar, reproducción total, follar y seguir follando hasta el último suspiro. Y al final la eyaculación sobre mis pechos, y rondando, rondando mis dedos atrapando la esencia del placer tantos años encarcelada en un escroto, transportada hasta mi boca, y saboreada con la ambición del groumet más exquisito. Mis ojos le hablaron sin palabras del buen hacer de un pirata en el armario.
Mi querido pirata me visita, y en cada encuentro, encuentro su deseo, sus ganas, su milagro y su afán, su piel, su falo incontenible y duro como el mármol, su tibieza, su calor y su brillo cuando ve mi coño receptivo, abierto, deseoso brillante y rojo, anhelante de su semen, mi ano detenido para tenerle y, a la vez, recompensarle por todos los momentos en los que le falto su libre deseo de tenerme sin haberme tenido.

Y a todo esto, mi amor, el amor de mi vida, la razón de mi existencia, me mira, y al verme tan orgullosa me dice: “nena, te amo, por lo que sos y por cuanto sos” Y entonces hacemos el amor, yo dolorida y satisfecha, el ardiente y satisfecho.
Y después dormimos abrazados.


A mi piratita 666
Sabes que te queremos y te extrañamos. Pronto nos volveremos a ver


1 comentario:

  1. Seguro que pronto nos veremos. Gracias por hacerme disfrutar de esta lectura (entre otras cosas...).
    Tu pirata tuerto que sabes que lo es por que no pudo ser cojo.

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